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Protagonista

Alfredo Zenobi
La alquimia y la pasión
Mendocino que está respirando por otros aires, pero que no deja de mirar al oeste. Entre sus últimos trabajos está El conventillo de la Paloma, bajo la dirección de Santiago Doria en el teatro Cervantes (Buenos Aires), y Hamlet, bajo la dirección de Manuel Iedvabni.
Simple, calmo y con humor, recibe y escucha atentamente al otro. Y así se muestra este actor, que ha creado tantos personajes inolvidables.
¿Cuántos años de profesión?
Difícil es precisar una fecha de inicio en esta profesión, sobre todo cuando uno se forma “de oficio” como es mi caso. Siempre recuerdo una fecha, fue a mediados de 1996, cuando por primera vez recibí un pago monetario por mi trabajo como actor. Era un ciclo de teatro leído, con obras de dramaturgos mendocinos que se realizaba en la Sala Luis Politi Me convocó quien entonces dirigía ese proyecto Rafael Rodríguez, quien aparte fue mi primer maestro. Ah,. me dije , si me pagan por esto, ya se acabó lo amateur.
¿Que te llevo a subirte al escenario y no bajarte más?
A los 5 años cuando ví y pisé por primera vez un escenario, en mi escuela primaria Rodolfo Iselin, en San Rafael, experimenté una sensación que se instaló y no me abandonó jamás. No supe en ese momento de que se trataba. Hoy cuarenta años más tarde te puedo decir con seguridad que se trató (y se trata) del deseo. No hay otra cosa, el deseo de actuar, de ser actor.
¿Te podrías definir dentro de un lenguaje, de una estética?
No en mi caso. Siempre fui actor invitado en los distintos elencos de Mendoza, me cansan los Ghetos. Pasé desde la estética mas Kantoriana si se quiere de Walter Neira en Viceversa, pasando por el absurdo con Víctor Arrojo en La Comedia Municipal, con la antropología del Tucuca Castellani (en Argonautas), con el humor con Guillermo Troncoso hasta llegar al minimalismo y el hiperrealismo con Marce Montero en La forma que se despliega..Siempre me gustó ir de un lado a otro. Hoy aprendí que no me importa una estética, me importa que haya verdad en lo que hago.
¿Cómo es el combo de ser psiquiatra y actor? Facilita la composición de tus personajes?
En la creación de un personaje, todo bagaje que un actor dispone es útil, desde saber cocinar, cantar, hacer esgrima, tener conocimientos de filatelia o de baile, todo sirve, todo suma. Todo hace un combo. La profesión de psiquiatra me aportó fundamentalmente saber escuchar, saber observar y leer más allá de la letra grande, por así decir.
Actualmente estas viviendo sólo de la actuación. ¿Cómo fue dar ese salto, tomar esa decisión?
Llevó su tiempo, para ser sincero la decisión esperaba el momento oportuno y este llegó. Ese momento no es difícil, es liberador, lo difícil, es sostenerse en esa decisión en el tiempo. Como anécdota: llevaba dos años en Bs As, y al comentarle la decisión a quien fuera mi maestro, Juan Carlos Gené, me contó lo que decía Fidel Pintos “vivir de ser actor es comer un día faisán y al otro día comerte las plumas”
¿Que extrañas de Mendoza?
Muchas cosas: principalmente los afectos, mi familia, mis amigos, los mates y charlas con la Montero, las tortitas pinchadas, mi barrio, mi perro Coco...
¿Has recorrido un largo camino en la actuación, cómo ves hoy al teatro mendocino, después de todo ese trayecto histórico que recorriste?
Hace poco estuve allá y puede ver tres opciones muy distintas y muy buenas todas: Melancia, Maratón y Ella. Me gustaron las tres. Veo que por suerte está más vivo que cuando me vine a Bs As.
Por último
¿Un aroma?
El olor a hinojo, me hace recordar al aroma que sentía después de las tormentas de verano en San Rafael cuando era chico.
¿Un disco para escuchar una y otra vez?
No puedo traicionarme, “Voulez Vous de ABBA, lo escucho desde la adolescencia
¿Un personaje que no hayas hecho y al que te gustaría ponerle el cuerpo?
Uno soñado: Hamlet; un personaje que me gustaría volver a ponerle el cuerpo El Cardenal
¿Un libro para la mesa de luz?
Para la mesa de luz ninguno, no paso de una página y me duermo enseguida. Para la mesa, el último que adquirí en un puesto de Parque Rivadavia.